sábado, 12 de noviembre de 2011
EL LADRON
La noche calida, con su luna en creciente incitaba al paseo, pero era miércoles y entre semana. La mayoría de la gente permanecía en su casa cenando y viendo esos absurdos programas de la televisión que mantienen alejados los pensamientos y transcurrido un rato, incitan al sueño.Una figura vestida de oscuro deambulaba lentamente por la acera. Si hubiera que describirla, no tendría características señaladas.Ahora miraba aquí, luego aquella ventana le llamaba la atención. Paseaba y pensaba.Como todas las noches buscaba, cual sabueso, aquella puerta, aquel ventanal o simplemente una rendija por donde colarse en un descuido.Era un ladrón y como tal iba camuflado.Después de dos vueltas entró en la plaza y en el rincón más alejado, vio una ventana abierta en el segundo piso, era accesible,… treparía por el árbol y en dos saltos allí se colaría.Una vez en el interior, recorrió las estancias: la cocina, el salón, el baño; dos puertas cerradas se presentaban al fondo. Seguro eran los dormitorios. Al aproximarse, una de ellas estaba entreabierta.Arrebujada en las sabanas un figura, de la que solo se veían unos pelillos. Por sus formas intuyó que era mujer.Sigilosamente recorrió la casa investigando y reconociendo todos los pequeños detalles que contenía y pensando en su historia. Buscaba algo valioso, pero no se detuvo en la caja con figuras de gatos, ni en aquel cenicero sin ceniza y menos en aquella flor marchita, que aún conservaba parte de su belleza anterior. No era aquello lo que buscaba.Ya en el dormitorio, descubrió un joyero lleno de perlas, oro y plata, pero tampoco era aquello el objeto de su deseo.Vio su ropa de colores: roja, verde, azul, crema; faldas, pantalones y blusas apelotonados en su armario, olía su aroma, supuso sus formas.Como todas las noches esto formaba parte de sus robos. Él se introducía en los sueños de ellas y durante una noche, solo una, las hacía sentir reinas; las daba amor y cariño, las robaba parte de sus almas. A cambio, las dejaba el recuerdo de una noche de felicidad suprema.Alguna intento retenerle, cerrar puertas y ventanas. Pero era inútil.Al día siguiente, ellas se sentían felices, a pesar de su ausencia, habían conocido el amor, aunque fuera por tan solo una noche.El, sin embargo nada recordaba, volvía a su casa, se quitaba la ropa y en una caja metía el pedacito de alma que de ellas robaba, con la fecha y el lugar, ya que nada más recordaba, y al cerrar la caja, ni siquiera eso. Era pasado y el pasado para él no existía. Y llegaba la noche y la historia se repetía.Era un ladrón insaciable.De repente un sonido exterior hizo que ella, que dormía profundamente, levemente se moviera y sintiera una presencia.Lentamente y con precaución se incorporo de su cama, vio una sombra, estaba aterrada.“No grites mi amor, no te haré nada”; le susurraba mientras a ella se acercaba, “soy parte de tus sueños, aunque real te parezca”.Ella no soñaba, pero se dejo llevar de su voz triste y melodiosa. Ya sentados en su cama empezaron a hablar, el hablaba de sueños, de anhelos y alegrías, pero también le decía, que esto solo una noche duraría; no la engañaba. Ella al principio temerosa se dejo llevar, la felicidad era grande, sus deseos contenidos.Hablaban y hablaban, pero de repente las sombras se disipaban, empezaba a barruntarse la próxima amanecida.Él se iría y a la historia seria pasado, sin recuerdos en él; pero muy cercanos y presentes en ella.Y llego la hora de despedida. Ella preguntó: “¿volverás?”Él, bajando su parpados, con tri8steza contesto; “Me será imposible, mañana nada recordaré, solo serás una fecha y un lugar en una caja”Ella intuía que sería así, pero nada hizo por retenerle, nada por convencerle. Miraba mientras se iba……..“Oh, espera, quiero hacerte un regalo, pero no debes verlo hasta llegar a tu casa, me gustaría lo guardaras en tu caja”.Ella con ternura saco un pequeño cofre no muy grande y en él, introdujo un objeto muy querido para ella.Ya en la calle, él se encamino a su casa, ya nada recordaba, pero en su bolsillo algo latía. Repitió su rutina diaria en su casa, su caja, sus fechas y lugares; y sus trocitos de almas. Pero su bolsillo vibraba. Introdujo su mano.El pequeño cofre brillaba. Con cuidado y curiosidad lo abrió y en él depositado, sobre un minúsculo cojín mullido, un pequeño corazón rojo de amor, sangraba.Él jamás volvió a salir de noche. Al atardecer se encerraba y en penumbra contemplaba el contenido del pequeño cofre objeto de sus deseos olvidados.
LOS FANTASMAS DE LA CAÑIZUELA
Su paso lento y cansino. Sus las lagrimas, resbalando silenciosamente por sus mejillas, prefería olvidar, no volver la vista atrás, no recordar. Sus pensamientos pertinaces y sutiles le golpeaban con insistencia y se empeñaban en formar parte de él. Su rechazo de nada servía.
Había abandonado su tierra, su niñez y sus recuerdos. Prefería borrarlos, antes de que la pena y la tristeza fueran sus únicas compañeras.
Su comitiva la formaban, su mujer Yania, ya anciana, su único hijo Jain, su orgullo, la mujer de este Aisa, sus nietos queridos, que chillando daban un poquito de alegría con sus gritos y juegos, un caballo y dos mulas cargados con los enseres más imprescindibles, los que no les había arrebatado, escasos y carentes de valor, que eran recuerdos de tiempos mejores. Ni siquiera sus ropajes obscuros, austeros, mostraban la abundancia, que hasta hacia poco, había acompañado sus vidas.
El año 1492 de la era cristiana comenzó con juegos y alegrías. Nada, hacia presagiar los acontecimientos que tuvieron lugar en verano. Transcurrían los días y llegaron noticias de la capital, inciertas, tenebrosas, quizás un poco retrasadas. Al principio solo rumores, más tarde misivas. Hasta esa triste y nubosa tarde de de finales de agosto, en que aquellos hombres de negro, golpearon fuertemente a su puerta. Sucios, malolientes, vestidos con trajes cercanos a los harapos con brillos que denotaban falta de higiene y llenos con el polvo de los caminos de la Sierra Castellana, que más pronto o más tarde se denominaría la Sierra Pobre.
El Rosh ha Shaná (1) que siguió a aquellos días no fue alegre como otras veces, las caras largas y tristes no pronunciaban palabras, solo la presencia de los niños arrancaba alguna risa, que muy pronto se eclipsaba para volver a su rictus preocupado anterior.
Jaziel, perteneciente a la Aljama de Segovia (2), había apelado a su tío Isaac Abravanel (3) cercano a la corte, para pedir su ayuda. Él quizás no pudo o no quiso, para más tarde también ser engullido por esta Diáspora sin sentido.
Lo abandonaron todo, casa, tierras, ganado, oro y plata, a cambio unos papeles, que más tarde demostrarían no tener valor alguno. Se llevaron sus escasos enseres personales, aquellos que el caballo y las dos mulas pudieron transportar.
Aquella mañana lluviosa de otoño, fue la despedida, anegada en lágrimas, y el comienzo de la carrera por la subsistencia. Fue el principio de un viaje incierto y sin retorno, su destino inicial el norte de África, después solo Yahveh lo marcaría.
Arropando a Gania, Jaziel ofrecía, de tarde en tarde, palabras de aliento y consuelo, promesas de una nueva vida, la salida del sol en la nueva tierra. Palabras vanas en las que las que él no creía. Había perdido toda esperanza, todo deseo de vivir, solo las creencias en la Toráh y su familia, le mantenía el deseo de vivir.
Los recuerdos gratos intentaban inundar sus pensamientos. Como el de aquella tarde cálida del final de primavera, ya lejana, en que recorría el arroyo de Canencia, por la vereda derecha de su querida tierra. De lejos la oyó cantar. No era una canción alegre, pero su dulzura embriagaba. Su atracción le hizo apartarse de su camino y del encargo de su anciano padre Yair Navon. La vio por primera vez; no quiso asustarla y se acerco lentamente. Los ladridos de su perro Are, le delataron. Ella un poco asustada, se medio ocultó detrás de un árbol. Él le habló lentamente, con ternura, pronunciando palabras placenteras. Ella le escuchó, con delicadeza, y tímidamente, se dejó ver. Su belleza le deslumbró y se embriagó con ella. La tarde pasó en un vuelo. Solo la promesa de verse de nuevo la semana siguiente, fue capaz de arrancarle de su ensoñación. Desconocía su nombre y su procedencia.
La semana transcurrió con zozobra, él ensimismado con sus ensoñaciones, asustado por su posible perdida. Llego el día soñado y volvió a recorrer el camino de nuevo en dirección al arroyo acompañado de Are. Llevaba un poema escrito en sus noches de insomnio, durante la duermevela, en el que imaginaba su vida con ella.
El ladrido alegre de Are y su carrera hacia el árbol donde el primer día la viera le dejo sin palabras. Era más bella que lo que era capaz de recordar, vestida con un límpido vestido azul claro, sin apenas adornos, resaltaba sus ojos azules, su cabello negro brillante y la delicadeza de su piel. Transcurrían los mágicos minutos mudos. Al fin habló con un torbellino de palabras incoherentes, fruto de todo aquello que le quería decir. Ella le miraba sonriente y aunque apenas le entendía, disfrutaba con la musicalidad de su voz. Le prometió amor eterno y muchas cosas más. Solo al final, muy al final logró arrancar su voz, su nombre: Yania y su procedencia: era hija del juez de Buitrago, Ritzia Dayian cuyas tierras abarcaban desde Buitrago del Lozoya hasta el término hoy conocido por Lozoyuela.
Las tardes transcurrían, una detrás de otras. Hasta que una nueva primavera, hablo con su padre, el tenía 24 años, ella apenas diecisiete. Le pidió que hablara con Ritzia Dayan y le pidiera a su hija Yania en matrimonio. Se realizó la Ketubá (4), se fijo la dote, se negociaron todos los aspectos de la boda y llegó el día soñado del Nissím (4). Ella se entrego a él y él a ella. Su amor les fundió en uno solo.
Los años transcurridos no cambiaron nada. Pero, aquel funesto papel fechado en Granada (5) el 31 de marzo, cambio su suerte, para dejarle como su única riqueza a su familia.
Las despedidas de los últimos días formaban parte de su dolor, el frio que helaba su cuerpo también marchitaba los campos, la hojarasca volaba a su alrededor como sus pensamientos sombríos, paso a paso se iban alejando, lentamente llegarían al Argel desconocido, donde un familiar lejano les prometió acogerles.
Nunca recobrarían del todo su alegría, nunca serían amortajados en su querida tierra de “La Cañizuela” (6), con sus verdes prados primaverales, su cereal en verano y aquel riachuelo que fue el inicio de su gran amor.
NOTAS
(1) Año nuevo judío
(2) Aljama era la comunidad judía que autogestionaba la recaudación de los diversos impuestos que la monarquía imponía sobre ellos (que eran considerados súbditos directos del rey). La aljama en la Corona de Castilla también tenía pues un valor económico y fiscal
(3) Hijo de un consejero de los Reyes Católicos y escritor
(4) Fiesta religiosa judía del matrimonio, que consta de dos partes: el Nissím o ceremonia y la Ketubá o contrato.
(5) El Decreto de la Alhambra o Edicto de Granada fue un decreto editado en la Alhambra (edificio de la ciudad de Granada) el 31 de marzo de 1492 por los reyes recién llamados Reyes Católicos, Fernando II de Aragón e Isabel I de Castilla, en el cual se obliga a todos los judíos de la península Ibérica a convertirse al catolicismo o ser expulsados, con término el 31 de julio de 1492. Por motivos logísticos se extendió este plazo hasta el 2 de agosto a las doce de la noche
(6) La Cañizuela era un viejo y prospero asentamiento judío (hoy abandonado) de Madrid (antiguamente perteneciente a Segovia), que perdió su hegemonía con la expulsión de los judíos por los Reyes Católicos, disponía de Sinagoga, que mas tarde se transformó en Ermita.
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